DOS APORTES CORTOS
PERO SUSTANCIOSOS
Por: José Luís Rendón C
Correo electrónico: al.paraiso56@gmail.com
MAB – Museo a Cielo Abierto (Bogotá – Colombia)
Titulo – Monjita Del Pantano
A.K.A: LOOP
Lugar: Calle 80 con Avenida Ciudad De Cali – Costado Norte Oriental
Técnica: Aerosol y Vinilo – Muralismo e Ilustración
LAS TETAS DE PALOMA
Enlaza la vaca, la pastorea, la lleva hasta el bramadero, la cepilla suavemente, la palmotea y le habla. La llama por su nombre y le conversa: ¡Oooeee!, «Palomaaa», «Palomaaa». La amarra de las patas traseras y la ordeña cariñosamente. Y siente que las tetas de Paloma son frondosas, rosadas y de largos pezones.
Él, hombre del campo, les llama tetas a las ubres. Rafael las palpa y las masajea de arriba abajo, sentado sobre un banco de madera de patas recortadas. -Este trabajo es lo que uno siente, es la vida, comenta. Pega la cabeza contra la ubre y su mundo sensorial se funde en un mar de emociones. Acomoda el balde bajo los cuatro pezones y reinicia el ordeño.
Frente a la parte trasera de la casa, después de una franja de patio, un toro solitario huele cosas y ronda la cerca de púas. A pocos metros, Rafael, tostado por el sol, amontona pastos, desgaja racimos de plátano, afila el machete, degusta carambolos y se come con la vista el potrero.
Así somos en este recodo del mundo. Estamos hechos para aguantar, parecemos vivir de acuerdo con un código putardiano de serenidad, honor y mantos de hojas. Nos confabulamos con la naturaleza porque mantenemos la llanura a nuestros pies. Plátanos, garzas, mar, loros y bramidos, una oración.
Todo era libertad en el pueblo, en Apartadó, municipio occidental, a un respiro del mar de mi encubridora patria colombiana. En aquel trocito de tierra ya no están las tetas de Paloma. Paloma no está, aquel hombre tampoco está. Se encharcó con los pezones de ella. Cuentan que él aterrizó en la gran ciudad para cuajar rebeldías.
TODOS. PERDIDOS EN LA RAZÓN
Cuando una de las mujeres de la familia quería ser monja o uno de los hombres fantaseaba con irse de cura, simplemente abrazaba los hábitos. Sus parientes y los monasterios quedaban orgullosos. Y no era propiamente que las futuras monjas y los clérigos en formación amaran intensamente el dolor ajeno como para encargarse de esos padecimientos, sino que, un religioso en casa, además de estar de moda, era motivo de santas vanidades.
Las lecciones nos las daban con rosario en mano. El problema era cuando en lugar de reverenda, la mujer se iba de madre soltera o el hombre se convertía en borracho. Claro, las embarazadas y los borrachines siempre han existido, pero si esa preñez llegaba de pronto, ahí empezaba el forcejeo en casa. Las rupturas no se hacían esperar y casi nadie aparecía para defenderlas del cadalso social. En cambio, cuando los mocosuelos se ocultaban luego de dejar orinada la tapa del excusado, era cuando aparecían algunos encubridores.
Con el tiempo, todo este panorama terminaba convirtiéndose en anécdota y recordación. Convulsiones insignificantes de cocina que las parentelas más maduras y experimentadas resolvían echando mano de la rectitud. Así se zanjaban los amagos de rencores y trifulcas, sin necesidad de terapias psicoanalistas, solo discernimiento pueblerino y astucia de montañero.
Los reyes de la nube no existían, tampoco las herramientas de la inteligencia artificial (IA), el ChatGPT o los chatbots a los que no se les aparecen morados en la piel cuando se las retuercen. Es que tampoco tienen piel. La justicia casera detrás del portón se aplicaba sin maniquíes ni clarividentes ni androides ni sentimientos artificiales.
Hoy, ya están «remedando» la razón. Podrán, quizás, calcarla, pero no podrán imitar lo que se siente con un beso leal de casa. Sí, la IA es un gran avance. Pero hasta ahora, por muy cavilosa y refinada que sea, no podrá tender mi cama ni sacarle la lengua a mi tía Basilia por rascarse el trasero en misa. Tampoco adivinará los fiascos de los gobiernos. Menos aún podrá cocinar los fríjoles por los que mis noches se echan a perder. Si la IA se vuelve maliciosa o meditabunda, entonces tendré problemas. Tendré que reírme. Casi nunca me río, es horrible.
La inteligencia artificial, en fin, está perdida en la razón, jamás podrá acariciarme el alma, como me la acariciaba Adela, mi madre.
AUTOR: JOSÉ LUIS RENDÓN (COLOMBIA)
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José Luís Rendón C. Nació en el Municipio de Argelia (Antioquia) – Colombia.
Titulado como Profesional en Comunicación Social. Ha sido corresponsal de prensa alternativa independiente, cronista, periodista y locutor de radio. Cuentos: LEOCADIA, obra ganadora del primer puesto del concurso de cuento “Carrasquilla Íntimo” convocado por El Colegio de Jueces y Fiscales del departamento de Antioquia-Colombia y publicado en la revista Berbiquí. Cuento: EL MONSTRUO DE LA PLATANERA (inédito).