Le tememos a esa dama blanca que reclama nuestra alma para el silencio; aterra la visita inminente de esa “la pelona”, como la llaman los mexicanos, que al final no es más que una amante implacable para la que ni el tiempo, la distancia, el poder o aquellos redondeles que intentemos cerrar, son impedimentos a la hora de cobrar el tiquete sin cobro que nos dejó cuando nacimos. En la redacción de Escritores Rebeldes, nos preguntamos: ¿qué habrán escrito las “grandes plumas” sobre la huesuda? ¿Les aparecería el sentido del…
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