Lágrimas del Corazón

¿Quién dijo que el corazón se rompe cuando solo derrama lágrimas de sangre?

La oscuridad era inmensa, mi cuerpo inmóvil yacía tendida en la recamara. Empecé a sentir una presencia insólita, y cada vez más cerca, entre tanto mí espíritu se retorcía bruscamente, quise gritar, pero las cuerdas vocales se me cerraron por completo. Aquella sombra me rodeó, y por primera vez me sentí débil. Tan pronto como escuche los susurros de ese ser maligno, mi alma se estremeció, el corazón empezó a latir con fuerza. De repente una mano rígida me apretó el cuello ferozmente, intenté zafarme, pero no pude. Me faltaba respiración, ¡basta monstruo ¡ maldije entre mis dientes.

¡Sianad¡ ¡Sianad¡ ¡Sianad¡ se oyeron voces no muy lejanos. Al abrir los ojos, mi hermana se encontraba sentada en el borde de mi cama. Me observó por varios segundos en silencio.

-Tuve un sueño horrible- mis palabras sonaron entrecortadas y temblorosas.

-Es notorio por el sudor de tu cabellera – ten aquí tienes un vaso de agua. Gracias, me lo bebí todo, realmente estaba sedienta. Revisé mi teléfono, marcaba para las 7;00 am. Ay no, tengo que llegar temprano a clases, me puse un atuendo de color vino y salí corriendo.

Un frío intenso amenazaba la urbe, era como perderse en la neblina que abarcaba desde el este al oeste, dibujando corazones enteros en el cielo. En tanto que transitaba por la avenida Manchego Muñoz, mis pensamientos empezaron a acorralarme, ante tantas ideas e imaginaciones mías sobre los tormentos de hoy. Llegué a la conclusión de que fue una simple pesadilla que nos sucede en la adolescencia. Debía de olvidar lo sucedido y continuar como si nada pasará, pues de eso se trata la vida. Sin embargo, a pocos metros de llegar al Instituto pensé en asistir primeramente a la biblioteca para saludar a Hilal, la chica de pómulos rojizos, ojos color azabache y nariz aguileña.

¡Buenos días¡ ella retrocedió para darme un beso en la mejilla.

-Que te trae por aquí Aristóteles. Solté una carcajada porque me pareció extraño que me pusiera ese nombre. Sonriente me alejé de ella, era mejor buscar libros románticos que entablar una conversación. Así que inicie con la búsqueda por unos buenos minutos, parecieron ser eternos. En el extremo del estante una imagen llamó mi atención; un ángel en plena caída desde el firmamento hacia el infierno, era la portada de un libro que llevaba el nombre de Hush Hush, aquel libro es el elegido. Me dije para mis adentros. “Te leeré apasionadamente, solamente confía en mi”

Está semana viajaría por el mundo subjetivo, pues no había un pasatiempo más bonito que leer. Entonces, tropecé como cual niña sin ver camina por los pasillos, entre tanto una mano me sujeto, era suave, blanda y cálida.

– ¿Estás bien? – me preguntó tristemente, y en eso pude observar sus facciones, jamás visualicé hermosa perfección. Me levanté de prisa, y no me di cuenta de que el libro pasó a otras manos.

-Sí, gracias – ¿podría devolverme aquel libro que sostiene en las manos?  Pedí en forma de súplica.

– Creo que será imposible- dijo aquel ser humano bello y desconocido. Lo busqué en la biblioteca, y no lo encontré. La señorita encargada me dijo que se agotaron todos los ejemplares. Entonces, no sé si fue por casualidad o trabajo del destino que tropezaras conmigo porque ahora que lo tengo, no puedo dártelo.

-Vaya, quiere iniciar una discusión, pues bien comencemos. Me niego a que se lleve ese libro ¿qué es lo que hará? –  dije con una mirada fulminante.

-No me gusta discutir, te parece si llegamos a un trato. Yo lo leo primero mientras lees otro libro o lo leemos juntos. Tú decides señorita. Esa respuesta me llegó como un baldazo de agua ¿leer juntos? Resulta una buena oportunidad para conocerlo, tendría que arriesgarme una vez más, pensé durante algunos minutos en las ventajas y desventajas, y decidí aceptarlo. Le di el número de mi celular para acordar el día, lugar y hora para nuestro primer encuentro de lectura.

-Es hora de irme, cuídate señorita- se fue por el otro pasillo desapareciendo entre tanta multitud.

Toco el timbre de entrada, todos empezaron a correr de un lado hacia otro, cuando llegue al salón solo se encontraba un asiento vacío, ocupe el lugar; extraje cuadernos y lapiceros de mi mochila. Al ingresar el maestro Carlos se dirigió hacia el pupitre e impartió su clase. Para mí era uno de los mejores pues lo que piensen los demás era responsabilidad de ellos, no la mía. En el receso me sentía agotada como si hubiera cargado un costal de papas, mi cuerpo estaba adolorido, cuando me sentaba se manifestaba otra sensación diferente a la primera, debía ser por aquella pesadilla. Las horas fueron pasando, quería hablar con alguien, pero no había con quién, vaya que vida la mía.

 ¿Aristóteles que te trae por aquí? – dijo burlonamente el ser humano desconocido.

-Hola desconocido, seguramente dirás que nuevamente el destino hizo su parte- ¿Cómo me encontraste?

Empezó a sonreír, y en eso observe la comisura de sus labios de arriba hacia abajo, sus dientes parecían perlas a mis ojos. Últimamente mi mente se concentraba en describirlo por completo, aunque era un reto conocer lo que llevase por dentro, sé que no era mi derecho, pero si talvez me abriera las puertas de su corazón sería una oportunidad extraordinaria de hurgar en ella, siempre considere al corazón como una tierra santa a la cual se debería de ingresar con calzados limpios.

No te parece que somos semejantes- lo dijo con un tono serio.

-nos conocimos hace poco y dices que somos semejantes- que gracioso eres

-Siento que te conozco de otro tiempo, Aristóteles- ¿hay algo que quieras decir? Hoy estoy de buen humor así que puedo responder a tus preguntas- lo dijo sarcásticamente. Esa bipolaridad era la que me atraía.

-Perfecto tengo tres preguntas, empezaré por la primera- ¿Por qué me dices Aristóteles?

– Enserio, esa es tu pregunta, muy común eh- la verdad es que escuche a las personas cercanas llamarte por ese nombre, además suena cursi, aunque en un momento empecé a compararte con el filósofo, y llegue a la conclusión de que físicamente te pareces a Albert Einstein mas no a Aristóteles.   

-En un descuido le di dos chancletazos en la cabeza, el primero por ser curioso, y el segundo por intentar tomarme el pelo. Mi enojo me llevo a tomar ciertas represalias.

– ¡sacaste tu chancla solo para pegarme ¡se quejaba de dolor y se le veía exaltado-no deberían de llamarte Aristóteles sino troncha humanos. Pues te lo mereces, no vuelvas a burlarte de mí, le dije.

-Bien continuemos, ¿Cuál es tu nombre?

– Izan Merbley, para servirle mi reina, hizo una reverencia, y beso mi mano derecha a la fuerza.

-Ahora pareces romántico, no logró entender el tipo de personalidad que posees. Me extraña que aparte de meter las narices donde no debes, eres anormal. Nunca conocí una persona igual, es la primera vez deberías de sentirte especial ante mi presencia Izan. Talvez podamos ser amigos o mejores amigos, que el tiempo lo decida, mientras tanto dime el nombre del lugar para nuestros encuentros de lectura, necesito anotarlo en mi agenda para que no se me olvide.

– En la estación del tren a las 6pm, leeremos los cincos días de la semana- dicho esto se fue por las gradas del campo deportivo, nuevamente me encontraba sola observando las flores amarillas del jardín, también a unos cuantos pinos colosales que tocaban los parpados del firmamento. Al regresar a casa, el olor de un plato conocido me llevo directamente a la cocina, mamá estaba preparando un almuerzo llamado pure de papas.

-Hija mía llegaste, ven ayúdame con el arroz- seguí las indicaciones de mamá, y después de media hora todos estuvimos en la mesa degustando la riquísima comida preparada por las hermosas manos de mi madre.

Por la tarde, ella se fue de compras al supermercado, y mis hermanos estuvieron encerrados en su habitación viendo películas de terror. Por mi parte, tuve que revisar mi agenda porque ahí anotaba los trabajos que dejaban los maestros, tras pasar la segunda hoja recordé la charla que tuvimos con Izan. El reloj de casa marcaba las 5:50pm, subí a mi bicicleta dirigiéndome hacia el lugar de encuentro. Él estaba sentado al lado de unas cuantas malezas, me acerque sin hacer mucho ruido.

-Hola, buenas tardes Izan- le tendí una mano, él hizo lo mismo.

-Me alegra tu llegada- lo dijo de manera melancólica – siéntate y se mi acompañante por un momento, préstame tus hombros para llorar, y tu pecho para guardar un pedazo de mi alma, sabes mis padres se divorciarán en el transcurso de este mes. Le fue infiel a mi madre con otra mujer, lo peor de todo es que ella está embarazada, y antes de venir aquí mi padre me golpeo por defender a mi mamá. Sinceramente odió a mi padre, nunca lo perdonaré. Destrozo los sentimientos de mi madre, también los míos.

¿Por qué la vida es injusta? – me miró con sus ojos llenos de lágrimas.

-Izan la vida no es injusta, el problema está en nosotros pues elegimos caminos equivocados. Así transites por mil caminos sino es la correcta, tu vida cada vez más perderá sentido.

– ¿Cómo saber si elegí el camino correcto? – me preguntó sollozando.

-Sabrás que transitas por el camino correcto cuando haya paz y tranquilidad en tu corazón.

-Ahora comprendo porque te dicen Aristóteles, tienes sabiduría, y tus palabras son como unas cuantas espadas que se penetran en mi ser, por cierto, aún no me dijiste tu nombre.

– Soy Sianad Ylihas- puedes confiar en mí, prometo ser tu sombrilla en los días grises.

-Sianad que amable eres, podemos conversar después de leer. Sus cabellos rizados le hacían ver genial.

Durante la lectura nuestras imaginaciones viajaban entre dos universos del hoy y del ayer. En cada frase que encontrábamos Izan expresaba su opinión con respecto al personaje, en este caso de Patch Cipriano, escuchar su voz era algo mágico. Nuestras miradas se fusionaban de rato en rato, no entendía que les sucedía a mis entrañas porque el impulso y bombeo de la sangre era tan intenso que no me dejaba respirar tranquilamente.

 En los dos siguientes meses nuestros encuentros diarios fueron hermosos, a tal punto de que un día, Izan no quiso continuar con la lectura, y dijo que yo era una tonta porque no me daba cuenta de que se podía observar el atardecer desde el lugar donde estuvimos sentados. Creo que tenía razón, la vista era espectacular desde allí.

¡Sianad¡ se acercó y me dio un beso en la mejilla. Le di una bofetada porque me beso sin mi consentimiento. ¡No lo vuelvas a hacer ¡- le grité.

-Lo siento, pero me gustas, me gustas lo suficiente para pedirte que seas mi novia. Talvez no sea de tu tipo o no llegue a tus expectativas, pero puedo intentarlo. En estos últimos días, al sentirte tan cerca miles de mariposas revolotearon por mi estómago.

– Esto no puede estar pasando, es que no puedo dejar que ingreses a mi corazón así por así, quiero amarte, pero no puedo tengo heridas que sanar, y no quiero hacerte daño.

– Tus ojos me dicen otra cosa porque no dejas que mi cariño y mi amor sanen tus heridas. Me quede callada ante tal pedido.

– Izan soy un caos irremediable, no puedo controlar mis emociones ni mucho menos mi terquedad.

-Eres un caos que se puede ordenar Sianad, no te martirices.

-Lo siento, pero no puedo estar contigo y es mejor que te alejes de mí. 

-Está bien, no te molestaré más, me quedo claro lo que quisiste decir. Hasta otra oportunidad Sianad. Se fue cabizbajo por los rieles del tren sin saber que sería su ultimo día en la tierra, dio unos cuantos pasos por la vereda, ahí es cuando me di cuenta que se acercaba un camión a gran velocidad. Mi desesperación fue más fuerte que mi orgullo, eche a correr como una loca.

Izan regresa, por favor ¡ Izan, Izan, Izan, Izan¡ vi como el camión lo embestía, mis lagrimas no paraban de salir, grite por la calle como un becerro derrotado. Las venas de mi cuerpo se maldecían entre ellos, si tan solo pudiese detener el tiempo para decirte todo lo contrario, lo levante en mis brazos, y llore hasta que mis propias lágrimas se mesclaran con su sangre. A lo lejos escuché la sirena de la ambulancia, esta al llegar se lo llevó de inmediato al hospital, con un taxi los seguí, el piloto me observo por el rabillo del ojo pues había un inmenso dolor dentro de mí, era la causa por la cual no dejaba de llorar.

Señorita, en que habitación se encuentra el paciente que fue trasladado de emergencia hace unos minutos- mi cuerpo se puso tenso, continue sollozando.

-En el 108, puede subir por esas gradas- gracias, corrí a todo pulmón, cuando llegué a la puerta encontré a sus parientes preocupados. Su hermana visualizo mi figura, y se puso de pie.

– Tú eres la culpable del accidente de mi hermano, juro que si él fallece no te dejare en paz- la ira que tenía invadió todo su rostro volviéndose de color rojizo.

Me quedé en silencio, aunque mi alma no se sentía conforme de esperar la respuesta del doctor, quise llamar a mamá y contarle la situación en la que me encontraba. Sin embargo, sentí un portazo por detrás, el doctor salió con un rostro que reflejaba tristeza. Fue suficiente para entender que Izan había muerto.

Mi cabeza empezó a dar vueltas, los recuerdos se presentaban una y otra vez mediante visiones.

¡Sianad¡ mi nombre fue lo último que escuche.

Desperté con dolores pulsantes en mi corazón, tanto que mi memoria se conectó con la pesadilla que tuve antes de conocerlo. La sensación era el dolor, el maligno la muerte, y la mano rígida los óbices que se presentarían en mi camino.

-Hija despertaste, ¿cómo te sientes? – mamá se veía preocupada-

– Mamá a veces cuando tengo tormentas mentales me llueven los ojos, ahora mi vida huele a tierra mojada, él se fue para no volver, y lo que más me duele es que lo rechacé minutos antes del acontecimiento.

– Calma hija, sé que estás rota por dentro.

-No mamá como esperas que me calme si por mi culpa feneció, además no estoy rota solo que mi corazón derrama lágrimas de sangre, acaso no lo ves. Mira mis ojos madre, míralos y dime si sigue el brillo de amor manteniéndose en mis pupilas, te parece poco lo que me sucede tiré todos los medicamentos al piso. ¿Mamá dime si algún día podré recuperar un pedacito de mi esencia que se fue con él? Respóndeme porque mi alma quiere morar en el seol.

-No podrás recuperarlo hasta que te encuentres con él, en el más allá.

¿Por qué existe el amor mamá? – mis luceros quemaban, aunque de ellas seguían brotando agua dulce.

-Porque así lo decidió Dios, y el ser humano necesita ser amado para amar, de esa manera no habrá oscuridad que lo ahogue.

¿Crees que si no existiría el amor estuviera aquí? 

-Si lo estarías porque el amor no tiene la culpa, eres tú quien la tienes por no saber administrar tu vida, el amor es profundo como el abismo e inmenso como el mar porque pisa tierra y no pierde su valor.

-Sianad descansa, luego tendremos más tiempo para conversar- después de que se retirase de la habitación ingreso la psicóloga para diagnosticar mi estado emocional, se lo agradecí mucho que no hiciera preguntas a las cuales no podría responder y ese mismo día me dieron de alta. Mamá me llevó de regreso a casa, ella buscaba como distraerme de mis pensamientos, aunque no lo lograba, mientras se reunía con sus amigas en un club, aprovechaba para visitar la tumba de Izan pues el cementerio era muy tácito, aun así el dolor seguía consumiendo mi corazón, no puedo olvidar el accidente en donde lo perdí para siempre.

Durante los próximos días perdí peso por no alimentarme bien, pero aquella tarde del lunes ocho de agosto llamaron a la puerta de mi casa, cuando la abrí. Una señorita me saludo cortésmente.

Hola, buenas tardes, usted debe ser Sianad- lo dijo con un tono insólito.

-Si soy yo – no tenía suficientes ganas de escucharla, pero por cortesía le invite pasar a la sala.

-Bien, Sianad la razón por la que te visite es porque fui la mejor amiga de Izan. No quiero ser ingenua al decirte que no me duele su partida, pero él lo hizo por la mujer que amaba.

-¿Qué quieres decir con eso? – sentí que todo regresaba a renacer.

Lo que quiero decir es que él dio su vida por ti, prefirió morir para salvarte. Recuerdas a Hilal, la chica de la biblioteca, ella quiso estar con él por mucho tiempo, pero como el amor no fue correspondido se alejó de Izan, poco después te conoció a ti. Fuiste la única persona a la que amo verdaderamente, sus primeros encuentros de lectura fueron maravillosos de hecho porque cuando te mencionaba en una conversación, sonreía de oreja a oreja, hasta que Hilal se enteró de que a él le gustabas tú, nuevamente intentó ganar su corazón, al ver que no lo lograría quiso asesinarte en muchas ocasiones. Izan impedía esos encuentros, te protegió con lo que pudo. Sin embargo, ella decidió asesinarlo a él porque si no era para ella, entonces de nadie más sería. En un inicio, cometió un grave error, no tuvo suficientes agallas para asesinarlo porque lo amaba. Fue allí que cambió de idea ahora el punto clave eras tú.

Un día antes de encontrarse contigo, él presentía de que algo malo sucedería. Se sentó en el sofá y escribió una carta, de verás no pensé que su presentimiento fuese real. El camión que venía a gran velocidad era para ti, y no para él.  Ten creo que esto te pertenece.

-Recibí el sobre, pero mi alma se desvanecía, mis entrañas se inundaban de sangre- gracias por decírmelo.

-Bien te dejo sola, cuídate Sianad- se fue apresuradamente.

Me fui corriendo a mi habitación, me acosté con fuerza en la cama, y empecé a liberar todo el martirio que había en mí. Mi alma, cuerpo y espíritu comenzaron a ahogarse en un mar de lágrimas.

– Izan dime ¿Por qué prendiste luces mágicas y no las seguiste? Porque no me dijiste que atentaban contra mi vida. Nunca comprendí tu manera de ser, aun así, dejaste huellas en la tabla de este corazón, te llevaste un pedazo de mi alma, destruiste mi tesoro. El dolor era intenso, a la misma vez me daba curiosidad de saber que decía en esa carta.

CARTA A MI ÁNGEL

Cuando leas esta carta talvez yo estaré muy lejos, pero mi corazón siempre te pertenecerá porque eres mi princesa, musa de mis versos, no llores por favor, no lo hagas, me lastima verte llorar Sianad. Talvez te enteraste de Hilal, no te lo dije porque te alejarías de mí, y eso era lo que menos quería. Perdóname cielo, si no podré leer y compartir más anocheres contigo, sé que no podrás ser mi sombrilla porque estaré en el más allá, pero por favor, vive por mí y por ti.

No te rindas nunca, jamás lo hagas porque estas hecha a la medida de una mujer valiente, fuerte y empoderada. Quiero verte triunfar, aunque no esté a tu lado. Si alguna vez quieres sentirme, observa al cielo, desde allí te veré y te cuidare. Por ti haría cualquier cosa estrellita fugaz, mi amor es incondicional así no me aceptes como tu novio, siempre te llevare en mi alma.

Con amor, Izan

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