¿Quién es Laura?
Por: M. E. ESPITIA
MAB – Museo a Cielo Abierto (Bogotá – Colombia)
Titulo – Los Astros Anuncian
A.K.A: RAIZ
Lugar: Carrera 13 – Chapinero
Técnica: Aerosol y Vinilo – Muralismo
No podemos saber cómo serán las presentaciones musicales del futuro, en vivo; pero sí podemos imaginarlas y escribirlas. Aquí, una pequeña divagación.
Esto que voy a contarles es real, pero si no me quieren creer, allá ustedes. El otro día estaba en un festival de música internacional y un grupo de Soul psicodélico proveniente de Texas, se estaba presentando, era tal vez esa hora después de la blue hour, el público era abundante y la gente gritaba con efusividad.
De pronto el líder de la banda acabó la canción cuando nadie esperaba, hubo un silencio rotundo y justo cuando el público iba a gritar, alguien detrás de nosotros gritó primero: ¡Lauraaaa!
Con mi novia y mi amigo Lucas nos reímos, luego pensamos que Laura había desaparecido, es muy común perderse en este tipo de eventos, más cuando hay tanta gente idéntica, como que parecen patrones andantes.
Pero cuando un hombre que estaba a nuestro lado le respondió dándole la hora, entendimos que Laura no existía. Luego pasó algo que no esperábamos, el tipo de atrás respondió que él no era el que estaba gritando y señaló a un señor de chaleco, sí que se ve gente vestida de forma extraña en estos festivales, por suerte tenía mis gafas de ver y supe que el chaleco era reflectivo; las luces del escenario se reflejaban allí y todo era psicodelia.
Ya está—dije. Saqué mi celular y miré la hora, eran las 7:46 de la noche, qué raro, hace diez minutos miré y era la misma hora, bueno, tal vez una ilusión óptica, me acerqué al tipo y le dije, amigo, son las 7:48 p.m. ¿Y qué? Respondió. Yo no estaba preguntando la hora, la estoy vendiendo.
Y yo, ¿qué, qué? ¿Cómo así que la vende? Pues claro, el tipo era un vendedor ambulante, es común que en eventos como estos, pase gente vendiendo cosas, ¿pero la hora? Bueno, no la necesito porque ya la tengo, le dije.
¿Usted cree que tiene la hora? ¿Por qué todo el mundo piensa eso? Pues mire, y le mostré mi celular, ya eran las y 50. El concierto seguía, pero para nosotros el volumen se había disminuido.
En fin. Si no me va a comprar la hora, déjeme trabajar. La horaaaa. La horaaa, Lauraaa. Siguió gritando y allá la gente murmuraba, ¿quién demonios será Laura? Y se reían. De pronto alguien le preguntó algo, el tipo sacó unas gafas y se las pasó a la mujer, o al hombre, no sé; el ser no binario se las puso y miró el escenario con la boca abierta, chorreando babas, tan abierta que le entraban mosquitos y ella o él ni se inmutaba, era como si entrara en un trance.
¿Será una droga pensé? Nada raro, es común que en un festival vendan este tipo de cosas. Y me han dicho que a este en especial, la gente viene especialmente a eso. ¿Pero que consuman la hora? Eso está muy raro.
Me perdí de mi novia y de mi amigo, pero seguí con la mirada al vendedor de horas. A mi lado había una mujer que yo conocía y que se llamaba Laura, pero no estaba perdida, porque se estaba besando con otra mujer que yo conocía y que también se llamaba Laura.
Me fui detrás del tipo ambulante, entre el laberinto de muchedumbre y humo lo alcancé, le toqué el hombro y le pedí una hora. ¿Cuánto vale? 60 mil. Uy no. Olvidé contarles que pagábamos con un relojito de pulsera y nos tocaba recargar dinero en unas urnas. Tengo 55 mil y por lo menos quiero una pola. Si la pola vale 15, entonces le alcanza para 40 minutos. ¿O sea que cada minuto vale mil pesos? Es correcto señor… Esteban me llamo, ¿y usted? 4628692.
¿Cómo? Así. Cuatroseisdosochoseisnuevedos. Ok, ¿y eso de la hora o los 40 cómo los redimo o qué? Primero dígame a qué velocidad la quiere. ¿1x, 1.5x o 2x? Si escoge 2x los 40 minutos se le pasan en 20 segundos. ¿Y se puede normal? Pues si quiere perderse 40 minutos allá usted, el problema es que yo pierdo porque dejo de vender, ¿si me entiende? Sí amigo, ¿bueno y en 1x? Ah pues haga la cuenta, serían 4 minutos. Sí, eso dura una canción, yo creo que está bien. Pensé en voz alta. Listo, ahora escoja una fecha.
¿Cómo así? Yo no entendía lo que me decía este tipo, pero el man ya me había debitado los 40 mil de mi reloj pulsera. Vea, para que entienda, yo voy a darle 40 minutos de un concierto de cualquier época, usted solo se pone estas gafas, mira al escenario y listo, yo le hago un conjuro y lo mando para allá. Ok. Entonces yo quiero… Me quedé pensando en que me hubiera encantado haber nacido en los 60s ver a Joe Cuba Sextet, ver el estreno de Estamos haciendo algo bien, ufff, pensé en los inicios del Boogaloo, qué rico ver el Riot de Joe Bataan, o en los 70s qué tal ver en vivo el Acid de Ray Barreto, qué delicia. Luego me imaginé en los 80s, y qué tal un Peace Sells de Megadeath, ufff, o un Hysteria de Def Leppard en vivo, qué locura. O qué tal un show de Soul Train, ver a Bobby Womack, a Chuck Berry, qué rico bailarse un rock n’ roll. Entonces quise negociarle algo. Parce vea, deme 5:26 del concierto de Iron Maiden en Japón de 1980. El tipo se puso a buscar en su canguro entre cientos de gafas que tenía. Ah, no sé pai, creo que no lo tengo. ¿Cómo así pana? Le tengo Revelations en Dortmund en el 83, pero dura 6:15. Pues adelántemelo 2 minutos. No, hágale fresco, me queda debiendo 2 lucas. Uy, gracias panita.
El hombre me pasó unas gafas. Los mejores 6 minutos de mi vida, fue como un polvo fugaz y estelar. Pero al principio se los juro que fue la sensación más aterradora que he tenido en mi vida, primero sentí un halonazo, como si algo me absorbiera, luego sentí un vacío, como si ir al pasado fuera que un túnel te chupara y te escupiera de la nada en Alemania; siempre había querido ir a este país, más en esta época. Pues empecé a cabecear, me acerqué a la banda y Bruce Dickinson, mi ídolo, me pasó el micrófono, lo agarré con ambas manos y canté: «The light of the blind you’ll see, the venom that tears my spine, the eyes of the Nile are opening you’ll see». No lo creía, en el trance no tenía gafas, todos a mí al rededor eran metaleros, se asombraban, yo estaba cantando igual que el joven Bruce, las greñas llenas de friz se azotaban en el vapor, las gotas de sudor redonditas brillaban y desaparecían mezclándose con el cuero de las chaquetas, había también mujeres divinas y hombres que confundía con Laura, me subí al escenario y me lancé a la audiencia, hice amigos y practiqué mi inglés, me hablaban en alemán y entendía perfectamente, canté toda la canción sin errores, aún sin sabérmela de memoria en mi presente, era como tener poderes, me metí en el mosh y de pronto todas las caras se me hicieron conocidas, ahí estaba Laura, Miguel, David, Andrés, el otro Andrés, Isaac, Sebastián, Omar, Cristian. Eran igualitos pero versión ochentera, no me reconocían, pero me levantaban cuando me caía.
De pronto todo se hizo oscuro. La canción se había acabado y empezó el bullicio. Abrí los ojos y estaba tirado en la mitad del público. Pero no era el mismo público de antes, tampoco era el mismo escenario ni el mismo artista de Soul psicodélico. Era como Madonna con Marilyn Manson, ni me fijé bien. Busqué al tipo que me hizo la infamia, pero fracasé. Encontré al fin a otro vendedor ambulante. Le pregunté la hora. Me dijo: no tengo parcero. Pero ese man sí le vende. Señaló lejos, llegué adonde el tipo, era un poco diferente al primero, pero tenía la misma gorra.
Parce, lléveme al concierto del 2022 por favor, tengo que ir a ver a Judas Priest, van a tocar mi canción favorita. Tiene que decirme lugar y nombre de la canción. Bogotá, Colombia, Beyond the realms of death. Ah bueno y solo tengo 15 mil. ¡Aghj! ya no me alcanza para la pola. Pues le doy 15 minutos, porque ya como que no voy a vender más horas. Pero venga, ¿se me acaban esos 15 min y luego qué pasa? Tiene que buscar a los de esta gorrita pai, pa’ que le vendan más tiempo, ahí verá si quiere quedarse ahí o se va a otra hora. Yo no sé por qué todo el mundo escoge el pasado. Pero si ese ni es el pasado, le interrumpí, es el presente. Sí, no sé pai, como yo no soy de aquí, es que usted no sabe pero en su futuro, que es mi presente, hay meras bandas pai, —el tipo hablaba francés, como el primero, siempre decía pai, pai, el man siguió hablando— de donde yo vengo, del 3022, eso es una locura, vea lo que hacen allá. Nada comparado socio. El tipo me dio a probar unas gafas un minuto, y lo que vi me dejó paralizado. Pero entonces ¿por qué está aquí y no allá? Pues es mi trabajo pai, así me gano la vida allá. Pille, esta banda se llama L’ ahora. Me puse las gafas, los artistas tenían el poder de mutar en otros artistas y así mismo cambiaban de género inmediatamente después de terminar una canción, era como una especie de show de covers, donde el público podía escoger al artista y los manes se convertían en ellos, una demencia.
¿Qué dice? ¿Se anima o qué? —Hermano, me perdí de mi novia, me va a regañar, yo solo quiero que me devuelva a mi presente, su tiempo me provoca escalofríos.
—Relájese. Laura, —empezó a gritar el tipo. —Laura, ¡Lauraaaaaa! —Y ahí me quedé hipnótico. Repentinamente, volví a la banda de Soul psicodélico y el hombre de atrás seguía gritando: Lauraaaaaaaaaa. Vi a Laura que venía hacia él, pero no era la Laura que conocía; vi a mi novia a mi lado, le tenía agarrada de la mano, le dije mira, ahí está Laura, nos reímos y le di un beso largo, a mi novia, no a Laura, vi a mi amigo Lucas que bailaba y vi al vendedor ambulante que me miraba de lejos, tocándose la cien con el dedo índice, haciéndome la señal de que si quería más la hora, ya sabía donde encontrarla, pero yo simplemente lo ignoré, hice como que no lo veía.
Pero en realidad no lo veía bien, había perdido mis tan preciadas gafas de madera con filtro sepia que mi amigo Fernando me había hecho con tanto cariño; pero bueno, tenía a mi novia y mi ahora y ahora caminábamos para ver a Judas Priest, pero el organizador del festival se pronunció diciendo que no podían presentarse, que lamentaban mucho darnos la mala noticia de que Rob Halford había sufrido una sobredosis de la hora y que nadie sabía dónde se encontraba ahora.
Ojalá esté viendo a L’ ahora. Pensé. Aunque no sé si para los artistas funcione igual que para nosotros los fans. Qué embarrada, quería verlos. Pero nada, nuestra hora sigue. Linda, vamos a comer algo, tengo hambre. Le dije a mi novia. ¡Aghj! pero me toca recargar el reloj con unas cuantas lucas, camine Lucas le dije a mi amigo y ahí, justo en ese momento, se me acabaron los 15 minutos.
AUTOR: M. E. ESPITIA (COLOMBIA)
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FUENTE – AGRADECIMIENTO
Imágenes Cuento -Espacio Wixsite M. E. Espitia
M. E. ESPITIA: Manuel Esteban Espitia Benavides. Testigo de Gokú. Bici usuario y jugador de fútbol 8. Fan de la música Metallica, clásica, salsa y funk. Les dedicó a sus mejores amigos su Opera Prima. Es mochilero, pero se da buena vida. Viajó por Suramérica, lo mordió un perro y escribió «Rabia». En la pandemia inventó un amigo imaginario: «El Reductor».
Tuvo una columna de cine, donde nunca escribió. Y una cámara que no usa. Por 10 años escribió puro cuento y creó «Cuerpos puercos». Lo mordió un gato, pero no le dio Rabia. Sobrevivió al club de los 27. Es mención de honor en el concurso Bogotá en 100 palabras» y autor de 265 aforismos o mejor: «Apuntes dispares».